Mi historia de madre lactante no es muy diferente a la de la mayoría.
Con mi primer hija dejé la lactancia a los 3 meses apenas. Ya para entonces complementaba. El último día que amamanté fue uno de los más dolorosos física y emocionalmente. Quería seguir amamantando a mi bebé pero cada sesión era más dolorosa que la anterior. Tenía grietas y sangraba mucho. Ese día mi bebé al devolver leche, devolvió sangre. Me rendí.
Me gusta pensar que las mamás siempre hacemos lo que pensamos es mejor para nuestros bebés. Por eso el tema de la lactancia es tan delicado. Una mamá que amamanta no es mejor que una que no lo hace. Las dos creen estar haciendo lo que es mejor para sus bebés y para ellas mismas.
Las claves para que más mamás quieran y logren amamantar son en primer lugar la información; si una mamá conoce con anterioridad al nacimiento de su bebé los beneficios que le brinda la alimentación al pecho a su bebé (y a ella también), difícilmente no amamantaría. La segunda es el apoyo; se puede tener toda la información pero a la hora de tener a nuestro bebé en brazos y ponerlo al pecho, nos surgen millones de dudas: ¿estará comiendo bien?, ¿es normal sentir un calambre?, ¿se estará prendiendo correctamente?, y así. También nuestra familia y pareja cumplen un rol primordial en el éxito de la lactancia.
Yo quise aprender, quise informarme y empoderarme para que la experiencia con mi siguiente bebé fuera diferente. Y sí que lo fue. Información y apoyo fue lo que necesité para poder amamantar a Camila por año y medio.
Todas nuestras vivencias pueden tener un aprendizaje. Tuve que pasar por una experiencia dura para querer cambiar y poder disfrutar de mi lactancia. Las dos las valoro. Las dos son mías. Las dos forman parte de quien yo soy.
A todas las familias que celebran conmigo la semana internacional de la lactancia las abrazo y reconozco. ¡Que cada vez seamos más!
-Goretti